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Efímero encuentro con un macareno

Con un trote ligero, a las 8,30 horas del 25 de agosto por la ladera de un rastrojo de Los Barreros y en plena jornada de Media Veda, se desplaza este corpulento jabalí; detiene el paso brevemente e inicia un vivo galope hacia el lugar que desea: unas extensas y próximas fincas de maíz posiblemente ocupadas por una o más piaras con hembras. Nos muestra su pelaje de verano adquirido en mayo, mucho más corto y claro que el de invierno. Como viejo macho que ha logrado sobrevivir a la presión humana ha adquirido una gran astucia y se desplaza con decisión, sin escudero. En la zona obtiene gran variedad de alimentos y, como omnívoro, aprovecha materiales vegetales, pequeños roedores, conejos, reptiles, anfibios y la carroña.

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Esta especie con su comportamiento flexible ha sabido adaptarse a las circunstancias tan variables de la agricultura de regadíos automatizados de la comarca durante estas dos últimas décadas para obtener el mejor aprovechamiento posible de los recursos en cada momento: la siembra del maíz en primavera, los trigales maduros en junio o las mazorcas de maíz en período de maduración y secado hasta diciembre. Pero su actitud choca con los legítimos derechos de los agricultores.
Por eso la Sociedad de Cazadores local ha solicitado y obtenido durante la primavera y verano del Servicio Territorial de Medio Ambiente de León permiso para realizar cuatro controles poblacionales del jabalí en la modalidad de aguardo nocturno en el Coto de Caza LE-10.086 de la que es titular. Los dos primeros controles se realizaron en polígonos y parcelas sembradas de maíz sin nacer, el tercero en polígonos y parcelas de trigo maduro y el cuarto en polígonos y parcelas con mazorcas en plena maduración. El resultado está siendo hasta el momento de 24 bajas a las que habría que añadir dos accidentes en la carretera LE-510, km 22 y km 27 (donde también murió una corza lactante).
Los jabalíes veteranos suelen ser rutinarios pero, a veces, sus reacciones son impredecibles; este gran macho cuenta con un sistema defensivo activo basado en sus cuatro colmillos o caninos; los dos inferiores alcanzan un máximo desarrollo ya que su raíz está en crecimiento continuo; los dos superiores, las amoladeras, también crecen curvándose hacia arriba; la cara posterior del colmillo inferior y la anterior del superior están continuamente en contacto produciendo un ininterrumpido afilamiento de las defensas inferiores y sus bordes permanecen muy afilados; las utiliza en las peleas contra los machos competidores y también como arado y cizalla.

En la zona de Villafer la especie ha ido en constante aumento y se pueden observar rayones durante todo el año lo que significa que existen jabalinas en celo todos los meses. Este macho y los demás del entorno entablan terribles combates que no provocan una gran mortalidad porque cuentan con una buena defensa activa bien en su anatomía o en su comportamiento. Con respecto a la primera hay que aclarar que la piel de los costados de estos enormes machos adultos ha adquirido un grosor y fortaleza extraordinarios, se han convertido en  una auténtica coraza de cuero encallecido; cada luchador intenta apuñalar de abajo arriba el cuello (lugar donde la piel es más débil) de su oponente y éste, si no ha podido esquivar el navajazo, lo parará con sus bien protegidos costados; si uno de los combatientes percibe que el contrincante es superior, huirá.

El cortejo de los jabalíes es tosco; con frecuencia el macho propina cariñosos golpes en la hocico y el vientre de la hembra, emitiendo al tiempo gruñidos rítmicos característicos que aumentan la receptividad y consiguen la inmovilidad de la pareja.

Este ejemplar ha cuidado mediante los baños de barro su aseo para liberarse de parásitos y para mantener su piel en óptimo estado porque habrá seleccionado cuidadosamente los suelos que contienen sales minerales y determinadas sustancias orgánicas; después se habrá frotado vigorosamente contra la corteza de un árbol de los sotos del Esla y antes de abandonarlo dará un par de colmilladas en el tronco para marcar el revolcadero, informando a los intrusos de su corpulencia. No teme enfrentarse a ningún contrincante, ni siquiera al hombre; sus armas unidas a su gran fortaleza y pasmosa agilidad, lo convierten en un enemigo mortal. Pero lo cierto es que prefiere evitar la batalla siempre que le sea posible y sólo en última instancia, si no puede huir, plantará cara a sus enemigos, transformándose entonces de fugitivo en repartidor de navajadas. El valor del jabalí se pone claramente de manifiesto en los encuentros con lobos porque entre ellos parece existir una aversión ancestral: en este entorno también campea el gran cánido.

Nos podemos imaginar el espectacular aspecto que presentará este enorme ejemplar cuando allá por octubre adquiera el pelaje invernal con cerdas ásperas y más largas y con una densa borra lanosa que le aislará perfectamente del frío y de la humedad.

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